domingo, 12 de julio de 2015

¡ Que San Cristóbal el de aquel año !

Ahora estoy en casa viendo por la televisión como se pelotean sin misericordia Djokovic y Federer. Mientas,  en Pescadores se está celebrando la enésima comida de "hermandad"  de la asociación de San Cristóbal. ¡Que buenos ratos he pasado en aquella mesa.  Que entrañables,  que nudos en la garganta cuando se aproximaba la entrega del volante de oro.  Y es que,  aunque no el único,  si,  el más importante componente de esos momentos era el sentimiento.  Por unos momentos todos éramos amigos - decir hermanos casi seria sublimar unos momentos que apenas duran unas horas-
Y claro,  cuando ese sentimiento desaparece - perdón,  lo hacen desaparecer- difícil cura tiene la herida.  Cuando se disfruta intensamente una situación,  cuando uno se vuelca con todo su entusiasmo,  con una entrega solo superada por el desinterés y la ilusión de que con tu esfuerzo unido al de otros amigos haces disfrutar de una fiesta a las personas que te rodean...
Los integrantes de las juntas de San Cristóbal fuimos criticados, insultados y vilipendiados por energúmenos que veían en la fiesta de San Cristóbal un negocio,  una demostración de poder ,  una rivalidad.  Que disfrutaban de la fiesta como todos y nada colaboraban. Lo paradójico es que algunos formaban parte de los que en algún momento fueron protagonistas del principal homenaje que es la concesión del preciado "Volante de Oro"
Y hablo en pasado porque alguien o algunos, superados por la responsabilidad de las decisiones, expulsaron a toda una junta para,  sin motivo aparente, hacer una renovación de caras que poco o nada aportó a la fiesta.
La decisión debe ser respetada porque acertada o no era la condición de un futuro presidente que aceptó un cargo que nadie quería.  Lo malo fueron las formas que más se asemejaron a una traición que a otra cosa. Se tramó la sustitución con alevosía y posiblemente con nocturnidad; y como si de  una película de venganza se tratase se llevó a cabo en plena comida de "hermandad". Por unos momentos me vi trasladado a las frías e impersonales reuniones de trabajo que el banco hacía en Zaragoza donde se trataba a las personas sin el menor atisbo de humanidad. Poco imaginábamos, mientras preparábamos la copa para brindar por el flamante nuevo presidente,  que íbamos a ser cesados como lo hacían los pobres funcionarios decimonónicos,  sustituidos sin compasión cada vez que había un cambio de gobierno. Son irreproducibles los comentarios que algunos asombrados asistentes a la comida nos dijeron mientras nos daban una palmada de consuelo en la espalda. También alguna cínica sonrisa.
Pero evidentemente la sangre no llegó al río, la afrenta personal no desembocó en enfado - incluso alguno de los depurados participaron en la siguiente junta-,  pero sí en una decepción que - por lo menos en mi caso- ha hecho imposible recuperar un sentimiento y una ilusión que en su momento fue imprescindible para que alguien hiciera lo imposible para recorrer 200 kilómetros cada año para a penas unas horas.
Seguí asistiendo algún año más a la comida,  pero, ésta siempre evocaba los mismos bochornosos recuerdos, así que esgrimiendo las más variopintas escusas - así me lo manda mi aprendida educación - he cambiado una insufrible comida por un insoportable partido de tenis.  Eso sí al terminar tendré mejor sabor de boca.
uando uno se vuelca con todo su entusiasmo,  con una entrega solo superada por el desinterés y la ilusión de que con tu esfuerzo unido al de otros amigos haces disfrutar de una fiesta a las personas que te rodean...

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