martes, 22 de octubre de 2013

Caspe ciudad de la luz (chunga)

A principio de mes escuché por la radio las declaraciones de nuestro edil de urbanismo D. JAVIER SAGARRA DE MOOR –algunos esnobs mal informados les he oído pronunciar  DE MUR- como el actor que encarnaba al agente 007, sólo que nuestro representante no es inglés y además no se parece en nada físicamente-.

En su alocución hizo referencia, a lo largo de casi media hora, a las distintas obras de urbanismo unas en ejecución y otras en proyecto.  También nos instó a tener paciencia ya que “el ayuntamiento no es una fábrica de hacer churros” aseveración más que discutible si observamos –aunque solo sea de pasada, -más rato podría provocarnos un ataque de mal gusto- las obras maestras de la plaza Santo Domingo o la ya solucionada obra de las escaleras de subida a las escuelas.image

Pero lo que más me llamó la atención fue otra frase en la que posiblemente con razón se quejaba de “lo más fácil que hay en esta vida es echar la culpa a los demás” ¡Gran verdad!, pero un poco desvirtuada si se pronuncia después de echar la culpa insistentemente y de forma continuada al gobierno anterior de cualquier problemática que acontezca en nuestra querida ciudad.

Todo este prolegómeno –tachado algunos de tonto e inapropiado y por otros (amigos),  de gracioso, ocurrente y jocoso-festivo- viene a la desesperante actuación en cuanto al alumbrado público. Seguro que hay un millón de sesudas explicaciones que lejos de dejar los hechos como resultado de una inoperancia sangrante, los argumenta como astuta y sagaz así como ineluctable  respuesta a un conjunto de situaciones imprevistas.

Quizá la culpa la tengan los vecinos por no escribir en masa al correo electrónico brigada@caspe.es  ; lugar virtual donde seremos amablemente atendidos en nuestras continuas quejas.

imageY es que somos unos impacientes. Al cabo de un mes de ver como la farola de enfrente de mi casa parpadeaba de una forma tan regular como desesperante tuve la ocurrencia de entrar en la página web del ayuntamiento –por cierto, página que de tan antigua y abandonada bien podría ser en soporte papiro y no informático-, para ver si había alguna indicación de cómo comunicar a nuestro consistorio la incidencia.

A modo general y aventurero puse un email y debo reconocer que me asombré cuando al día siguiente algún esforzado empleado me contestó que la vía correcta era comunicarlo a la Policía Municipal, pero “que en esta ocasión me relevaban de semejante gestión y lo comunicaban ellos directamente”. Asombrosa eficiencia que sería censurada por nuestro concejal por proceder del gobierno anterior.

Pero hete aquí que me llaman de los servicios municipales diciéndome que mi correo no se entiende y que lo mejor que puedo hacer es ir a la Policía Municipal ya que a ellos no les consta ninguna incidencia.

Ahí voy, pongo mi incidencia. Me dan el resguardo color rosa y cuando ya me iba un encargado –creo que del mantenimiento del nuevo sistema de alumbrado- me dio muy amablemente una explicaciones que me llevó a pensar que si se expresaba así delante las bombillas de las farolas éstas ante tal demostración cervantina no se fundían, simplemente se suicidaban.

De cuando en cuando –a modo de rechifla- pasas por las calles a las 11 de la mañana o a las 6 de la tarde y ves como están todas encendidas. Y así estamos a día de hoy tras dos meses de observar el parpadeo de mi insinuante farola que no sé si está averiada, la van a podar como a las moreras, o en plan morse quiere participar de las conversaciones, risas y gritos que atruenan el vecindario a las tantas de la mañana desde el chiringuito del hotel Visit.

Y es que somos unos impacientes.

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